1 de mayo de 2012
De Barcelona a Palma ¡que viaje!
La mañana de regreso a Palma nos levantamos con inmensa calma, nos alistamos y disfrutamos de nuestro último desayuno en el piso de Maggie. El plan era sencillo, visitar el Hospital de la Sta. Creu i Sant Pau, pasear por el áreas de tiendas, regresar a buscar el equipaje y encaminarnos hacia el aeropuerto en bus.
Al ver el hospital a simple vista no parece un centro médico. Los detalles y la edificación gótica del siglo XV son una obra de arte. Este dispensario con múltiples edificios se comenzó a construir el 1401 con el propósito de reunir en un único espacio los diferentes hospitales que existían en la ciudad de Barcelona.
En 1997 fue nombrado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Recorrimos un poco el perímetro para darnos cuenta que la mayoría de los edificios están en proceso de remodelación. Nos hubiese gustado dar un "tour" por las facilidades pero no tuvimos tiempo.
Llegamos con anticipación al aeropuerto para darnos cuenta que nuestro vuelo ya estaba retrasado 30 minutos. Mi amiga estaba un poco preocupada porque llegando a Palma salía en dos horas en otro vuelo hacia Escocia. Finalmente pusieron el número de puerta de embarque para sólo encontrarnos con una fila extensa y una espera aún más grande.
Al tomar nuestros asientos en el avión las azafatas se veían intranquilas. Varias veces intentaron probar el interfono pero no se escuchaba nada. Después de hora una hora de espera sin aire acondicionado la gente comenzó a preocuparse y hubo hasta quienes por poco se desmayan por padecer de claustrofobia.
Llegué al punto de desesperarme porque ninguno de los miembros de la tripulación explicaba lo que estaba sucediendo específicamente. Finalmente explicaron que como el interfono no funcionaba hasta que no se arreglara no podíamos salir de Barcelona. ¡Que desesperación! Por primera vez sentí que mi vida estaba siendo dominada por un extraño. No fue una sensación muy agradable que digamos.
Luego de casi dos horas de espera finalmente el avión despego sólo para encontrarnos con una turbulencia horrorosa. Lo único que pasó por mi mente fue que nos habían mentido acerca de la condición del avión y que posiblemente caeríamos en el Mar Mediterráneo. Un vuelo que usualmente dura sólo 35 minutos para mí duró una eternidad.
Tan pronto aterrizamos en Palma di mil gracias por haber llegado sana y salva. De ahí de vuelta a la rutina. Debo decir que mejor planificado no pudo haber estado. Mientras más viajo y me preparo de antemano me doy cuenta que termino disfrutando al máximo cada minuto de mis estadías.
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