19 de febrero de 2012

Entre vino y confesiones

El fin de semana recién comenzaba para mi. Con una tarde tan hermosa acudí a mi lugar secreto a meditar un rato. Luego de casi una hora contemplando la hermosa vista desde la garita cerca de la Catedral tomé un camino diferente de regreso a la casa.
Me he dado a la tarea de conocer mejor las calles de Palma caminando sin rumbo. Que casualidad que esta vez apesar de ir sin dirección terminé en una calle familiar, con un bar más familiar aún.
Me entraban los nervios, no sabía si entrar a saludar o no pero lo innevitable sucedió, cierta personita estaba directamente en la puerta y al alzar la mirada me vió. Nerviosamente saludé con mi mano y no me quedó de otra que entrar. Entré con la excusa de catar vinos, pero la realidad era que me hacia falta la calidez del lugar y el trato amable que siempre recibo de su parte.
No perdió el tiempo y al tocarme las manos notó lo frías que estaban y lo primero que hizo fue traerme un calentador. Me pidió que me sentara y platicó un poco conmigo sin descuidar a sus clientes. Pero no lo noté igual, ha pasado bastante tiempo desde la última vez que nos vimos y pude darme cuenta que posiblemente existe otra que ocupó el lugar que pudo ser mío. Pero no por esta razón dejaré de visitar este lugar que ha dejado recuerdos de noches mágicas tanto en mi mente como mi corazón.

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