15 de marzo de 2012
Lisboa de día
Habíamos planificado muy bien nuestra corta estadía en Lisboa. En nuestro último día en la ciudad de los tranvías nos levantamos a eso de las 8:00 de la mañana. Luego de vestirnos y disfrutar de nuestro desayuno nos encaminamos a recorrer las calles de Lisboa.
Debo aclarar que mi parte favorita del desayuno era probar la mermelada hecha por la abuelita del dueño del piso. ¡Que delicia! Jamás había probado una mermelada tan rica. Tampoco puedo dejar de mencionar los mangos tan dulces y pulposos.
De vuelta al tema principal. Tomamos el tranvía hasta la Plaza del Comercío y de ahí caminamos en dirección hacia el puerto en busca de la Catedral Santa Maria Maior de Lisboa.
La búsqueda nos llevó por calles desconocidas y poco transitadas hasta llegar a una tienda con artesanías muy bonitas. Al preguntar el empleado nos dijo: "La Catedral queda literalmente al cruzar la calle." Le habíamos pasado por el lado sin saber.
Después de ver la catedral continuamos caminando cuesta arriba en busca del Castillo de San Jorge que se posiciona en la colina más alta del centro histórico. Tras apreciar la vista de la ciudad y el mar desde el Mirador Santa Luzia tomamos el tranvía hasta el centro de la ciudad.
Caminamos en medio de la Plaza del Rossio y aprovechamos las perfectas condiciones del tiempo para sentarnos a bebernos un galao y comernos un rico pastel.
A pesar de ser domingo habían bastantes personas caminando y manejando las calles. Probablemente en su mayoría turísticas como mi amiga y yo.
En nuestro recorrido nos topamos con una gran variedad de monumentos y estatuas todas en la calle principal que cruza el centro de Lisboa. Vimos el Monumento a los Muertos en la Gran Guerra y llegamos hasta la rotonda más grande de la ciudad con la Plaza del Marqués de Pombal en el centro.
De ahí llegamos hasta los edificios abandonados que exhiben obras de arte en grafiti. Un toque muy especial en medio de tanto edificio.
De vuelta a las calles cerca del Arco de Augusta compramos algunos "souvenirs" y contemplamos a los artistas callejeros, bandas musicales y la tuna de estudiantes del colegio de medicina.
Para relajarnos un poco después de un día largísimo caminando, por cierto las piernas me dolían como si hubiera corrido un maratón nos fuimos a cenar a un restaurante cerca del Río Tejo.
Tranquilamente degustamos un rico plato típico de bacalao y regresamos al piso de estadía con la barriga y el corazón más que contentos.
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