15 de abril de 2012
Conociendo a Barcelona
Dejamos al Parque Güell en la altura de Barcelona para caminar un rato por el barrio de Gràcia. Según los apuntes de mi guía turística, Laura este barrio es muy diverso y en una de sus calles principales se pueden conseguir todo tipo de comidas internacionales.
Hay también gran variedad de pequeñas barras y lugares para consumir unas buenas tapas. Calle Verdi nos llevó por el corazón de este barrio pero a la hora que lo cruzamos aún no había mucho movimiento.
Las vitrinas de las pequeñas tiendas mostraban un lado bohemio y único. Nos detuvimos en uno de los negocios abiertos que se distinguía por la venta de productos de Catalunya. Con una apariencia muy moderna al entrar encontré vino, aceite de oliva, especias y lo que más resaltó: CERVEZAS ARTESANALES.
Para refrescarme la tarde compré una cerveza oscura de Girona llamada "Moska". La chica en turno me recomendó otra pero la apariencia de Moska me llamó más la atención. Pregunté si había alguna restricción a la hora de caminar por la calle con una botella de cerveza abierta.
La respuesta del dueño fue la siguiente: "¡si uno se deja llevar por las leyes NO vive, tómatela sin problemas!" Con cerveza en mano continuamos nuestro recorrido por el barrio de Gràcia hasta llegar nuevamente al área de Sagrada Familia. Llegamos hasta casa de Claudia para recoger nuestro equipaje y nos encaminamos a nuestro hospedaje.
Maggie nuestra anfitriona nos estaba esperando. Para romper un poco el hielo por el incidente de no poder llegar más temprano al piso, saludé calurosamente con los dos típicos besos españoles en cada mejilla. De ahí en adelante la chica bajó la guardia, nos dió un recorrido por el piso y nos sentamos en la sala a platicar y recibir muchísima información acerca de los lugares a visitar tanto para ver como para comer. Nuevamente salió el tema de los carteristas. Es más hasta nos dijo: "¡En guerra avisada, no muere soldado!"
Nos instalamos en la habitación y nuestra primera y más importante parada fue al supermercado.
Luego de relajarnos un rato regresamos a barrio de Gràcia a degustar nuestro primera cena en Barcelona. Nos recomendaron ir al restaurante Nou Candanchú por la buena comida, porciones y precios. Disfruté completamente una paella mixta con porciones gigantescas de mariscos y carne. ¡Que deleite al paladar!
También tuve un encuentro cercano con el Caribe, nuestro mesero dominicano de pura sepa cada vez que se acercaba a la mesa nos cantaba una canción de merengue. El camino de vuelta al piso se hizo eterno especialmente con la tremenda hartera que llevábamos encima y tratando de recuperarme del susto que había pasado luego de pensar que me había robado 10 euros que creí haber perdido en la calle.
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