30 de abril de 2012
Una experiencia sublime
Muchas fueron las recomendaciones de parte de amistades acerca de diferentes destinos fuera de Barcelona para ir a visitar durante nuestra estadía.
Al coincidir más de una vez con la misma recomendación decidimos darnos el viajecito hasta el Monasterio de Montserrat. Este claustro esta ubicado en el macizo de Montserrat, la montaña más importante y significativa de Cataluña, España.
Habíamos comprado un pase en la oficina de información y turismo en el centro de Barcelona que incluía pase de metro, viaje en tren ida y vuelta, subida al monasterio en cremallera y acceso a este maravilloso lugar.
El viaje de poco más de una hora en tren nos llevo entre montañas y campos, unas vistas muy relajantes luego de llevar ya tres días entre edificios, mucha gente y ruido por todos lados. De camino estaba nublado y hacia las montañas se notaba bastante neblina.
Al subirnos en la cremallera comenzamos ascender por la inmensa sierra de piedras gigantescas.
¡Increíble la ubicación de este hermoso lugar! Entramos a la basílica con un altar muy detallado y colorido y justo encima del altar se sitúa la imagen de la Virgen de Montserrat.
Nos sentamos un rato apreciar la inmensidad del templo para luego hacer una larga fila para poder ver y tocar la imagen de la Virgen. ¡Que experiencia tan magnífica!
Mientras la fila avanzaba pasabamos de sala en sala por las diferentes capillas. En total cinco capillas con nombres e imágenes de diferentes santos.
El recorrido continuaba a través de la Puerta Angélica y la Escalera de los Santos.
Fue extraordinario finalmente llegar a ver la imagen de la Virgen y encenderle una vela en el Camino de la Ave María saliendo de la Basílica.
Fuera de la Basílica finalmente las condiciones del tiempo habían mejorado y por primera vez avistamos las gigantescas montañas rocosas que rodean este maravilloso lugar. Aprovechamos lo despejado que estaba el cielo para subir en el funicular de Sant Joan.
¡Tremenda vista panorámica de la montaña y del monasterio a 1,000 metros de altitud sobre el nivel del mar! Una vez en la cima se pueden hacer varias excursiones por los paseos señalados, con diferentes niveles de dificultad y duración.
Bajando nuevamente hacia el monasterio nos tocó cerca de un señor y su esposa con un acentito que lo reconosco hasta en la luna. Para aclarar dudas les pregunté: "Disculpen el atrevimiento, ¿ustedes de dónde son?" A lo que me contestaron: "¡De Puerto Rico!
Como dice el Boricuazo, en ese momento se me hinchó el corazón de saber que hay muchos puertorriqueños por el mundo. La pareja se encontraba de viaje junto a una hija. Habían alquilado un coche y manejado desde Madrid para ver por tercera vez el monasterio.
Estuvimos un buen rato platicando acerca de sus viajes y las oportunidades de la vida de conocer el mundo y quedó plasmada en mí esta cita: "Cuando uno empieza a viajar, a ver mundo, se convierte en una adicción". La señora tiene toda la razón, el mundo es maravilloso, hay tanto que ver y disfrutar. No creo que una vida sea suficiente para percibir todo lo que Dios ha creado.
Finalmente regresando a Barcelona luego de un largo día aún nos quedaban energías para visitar dos lugares muy reconocidos: La Boquería y La Champañería.
Buscando La Boquería nos perdimos. Luego de dar vueltas y vueltas lo localizamos y nos dimos cuenta que habíamos pasado frente a este mercado municipal varias veces. En este mercado se pueden comprar todo tipo de productos frescos y es también una gran atracción turística por el colorido y calidad de sus productos.
Yo iba en busca de los zumos naturales que tanto me habían mencionado. Al escuchar a los vendedores gritando: "Llévate tu zumo fresco dos por dos euros" dije: "He encontrado el paraíso".
Con mi zumo de mango, coco nos dirigimos hacia La Champañería.
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