2 de abril de 2012
Dale tiempo al tiempo...
"Cada cosa en su justo lugar, dale tiempo al tiempo" así dice parte de la letra de una canción. He tenido que darle tiempo y la oportunidad a Mallorca para que entre a mi corazón. No les digo que en algún momento me haya desagradado sino que el proceso de adaptación se prolongo un poco pero finalmente puedo llamar a estar hermosa isla mi segundo hogar.
En estos últimos días quizás he estado más alerta pero son familiares las caras de las cajeras en el supermercado, los pasajeros del tren, los peatones en la calle, en fin parece como si llevara viviendo en Palma mucho tiempo.
Se acerca la hora de mi regreso a Estados Unidos y dejar este lugar lleno de experiencias y recuerdos me entristece un poco. Ha sido fenomenal encontrar personas que durante mis momentos vulnerables y de nostalgia han estado presente para alegrarme con su compañía.
Tengo a mi madre y abuela mallorquinas: Juana y María las que un día me abrieron las puertas de su hogar para darle clases de inglés a Elena, mi estudiante favorita, la que me ha robado el corazón con sus ocurrencias.
¡Como me hace reir! Con ellas me tomo un café bien cargado, salgo a comer o simplemente disfruto de una cena en su hogar.
Mi segunda familia y BORICUA en Mallorca es Brigette y Jason. Este par me ha abierto las puertas de su hogar desinteresadamente para ocasiones especiales y para días que hemos hecho totalmente únicos. Brigette me recuerda a una de mis primas de Nueva York . Jason por su parte con su espontaniedad y comentarios de doble sentido hace reir hasta al más serio.
Cada uno de mis estudiantes de clases particulares: Marina, Pau, Fernando, Alfonso y Elena han marcado mi vida de una manera muy especial. Me hacen recordar mi niñez y percibir lo creativos e inteligentes que son los niños dentro de su inocencia.
Como olvidar mencionar a mi super guapo guía turístico, Andreu que me ha enseñado acerca de los mejores bares, lugares donde comer y paisajes hermosos para visitar y apreciar.
Caminar a diario por las calles de Palma es como estar en un laberinto no complicado pero sí lleno de muchos detalles que apreciar. Cada tienda tiene su toque peculiar de inventiva. Comprar una barra de pan calientita, una panada de carne, un cocarrois de verduras o robiol de requesón o crema es lo que vivo con frecuencia y me encanta.
Ir a la frutería, comprar vegetales y frutas frescas, pedir un pedazo de queso mahonés o simplemente una "sobrassada" es estar en contacto con la cultura y gastronomía. Cada pueblo que visito preserva su esencia y eso es muy importante para poder mantener la cultura viva.
A todas esas personitas especiales con las que me he topado en estos últimos seis meses, les agradesco su tiempo y cariño. Realmente han hecho que mi estadía en Mallorca sea sumanente placentera.
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