10 de enero de 2012
¡Adiós a la Italia!
Los días pasaron sumamente rápidos, pero dicen que cuando te estas diviertiendo o estas en buena compañía eso sucede.
Mi última mañana en Italia me levanté temprano para poder terminar de recoger mis pertenencias y asegurarnos de llegar a tiempo al aeropuerto, ya que queda a una hora aproximadamente de Codigoro.
Me detuve en el camino a comprar pan ferrarese y piadinas.
Quería asegurarme de llevarme algo más que recuerdos. De ahí nos encaminamos al aeropuerto de Bolonia. Diana y Ludy me llevaron hasta el terminal. Había una fila inmensa y ya empezaba a desesperarme un poco. Sabía que aún quedaba tiempo pero a veces ver la lentitud con la que trabaja la gente me impacienta.
Luego de despedirme pasé por el punto de seguridad y llegué al "gate" donde saldría mi primer vuelo con destino a Munich, Alemania. El vuelo de una hora cursó bien hasta que estabamos próximos a llegar a nuestro destino. Ese día había mal tiempo, se esperaban tormentas con fuertes ráfagas de viento.
Gracias a Dios que no le temo a la turbulencia porque si no hubiera fallecido en ese vuelo. El avión se movía de lado a lado como una "chiringa" o volantín y entre los vacíos de presión sólo venía a la vecina agarrándose la cabeza y empujando con sus manos el asiento frente a ella como diciendo: "por favor que este vuelo llegue a su destino".
Nos bajamos en media pista de aterrizaje con un viento que casi nos levanta del suelo y seguido comenzó la lluvia intensa.
El vuelo estaba retrasado obviamente por el mal tiempo y de todos modos con un poco de retraso salimos bajo esa tormenta infernal. Las ventanas llenas de hielo y lluvia.
El viento nuevamente causó turbulencia. Pudimos estar la mitad del camino sin el alboroto hasta que estabamos próximos aterrizar en Barcelona.
No sólo pensaba en que el avión se accidentara sino que lo peor sería que caeríamos en el agua. De todos modos cayera en mar o tierra los resultados serían los mismos.
Ya en Barcelona me tocó esperar casi 3 horas por mi vuelo final a Palma. El vuelo corto de solo 35 minutos pero 35 minutos que tuvieron a muchos totalmente asustados. La turbulencia si que pegó duro en este tramo. Yo no veía la hora de llegar a Palma después de casi 10 horas de vuelo y la incomodidad de tanto movimiento en el aire.
Finalmente llegué a Palma, tomé el bus hacia casa y para mi gran sorpresa al abrir mi maleta encontré una botella de sirope derramada por toda mi ropa. ¡Adiós sueño! ¡A lavar ropa a la 1:30 de la mañana!
Fuera de los pequeños inconvenientes pasé una despedida de año netamente involvidable. Gracias a Diana García, una gran amiga que me ha abierto las puertas de su hogar desinteresatadamente y a sus amistades: Katia, Paola, Luca, Tatiana, Hernan, Lucia y el resto del combete. Estoy sumamente agradecida con sus atenciones.
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