13 de noviembre de 2011
A cuatro mil pies de altura
El domingo en la mañana prometía ser un día soleado y de brisa agradable, por lo menos así se veía desde mi balcón. Con la mochila llena de comestibles, agua y un buen abrigo nos dirigimos a encontrarnos con una de las maestras con las que trabaja mi compañera de piso.
Nuestro destino estaba muy claro; escalar el Puig Major, el punto más alto de la isla de Mallorca con una altura de 4,740 pies. Subiendo en coche el tamaño y altura de esta área montañosa me parecía desafiante. Me preguntaba cómo carambas treparíamos hasta el tope.
Al bajarnos del auto y prepararnos para nuestro recorrido el viento y el frío nos golpearon fuerte. El comienzo del senderismo no estuvo tan complicado pero sí bastante pedregoso. En una hora ya podíamos ver claramente el mar.
El viento y el frío aumentaron grandemente. A este punto al otro extremo de la montaña se podía observar el embalse artificial de agua Gorg Blau y Cúber, que abastece a toda la isla.
Continuamos subiendo el tramo más difícil por lo empinado y sobre todo por el derrumbamiento de algunas piedras y finalmente llegamos al tope donde almorzamos entre medio del paraíso y la tranquilidad de la naturaleza.
A nuestras espaldas se observaba el radar utilizado por el ejército y que fue instalado por los americanos en el año 1958.
Miedo me daba al observar los precipicios pero confiaba en el conocimiento Inma, Andreu y Seba que en más de una ocasión han escalado esta montaña en la Sierra Tramuntana.
Nos explicaron dos de las técnicas básicas para descender la montaña; deslizarnos como si estuvieramos esquiando pero de lado siempre o deslizarnos sentados. Con la inexperiencia terminé cayéndome en varias ocasiones sobre las piedras o los cojines de monja, arbustos llenos de espinas llamados así por el temperamento fuerte de la mayoría de las religiosas.
Terminé con los tenis llenos de piedras, los pantalones aboquetados y sucio por todos lados. Definitivamente valió la pena el recorrido de poco más de 4 horas en el que pude conocer un lugar nuevo de la isla y compartir con personas super amigables y dispuestas a compartir su conocimiento y entusiasmo por escalar.
Luego de regresar nuevamente al coche visitamos el pequeño pueblo de Lluc donde nos tomamos una caña (cerveza) y visitamos su Santuario. Mañana ya me imagino que no pobré mover ni las piernas ni las manos.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario