12 de noviembre de 2011
Viernes de cata
Viernes social y con el día libre. Un grupo de compañeros y yo decidimos aprovechar nuestro día para darnos un viajecito al pueblo de Santa María del Camí, conocido por sus viñas.
Comenzamos nuestro recorrido por la bodega de Macià Batle muy cercana a la estación del tren. Desde 1856 se cultivan las uvas para confeccionar aproximadamente 10 diferentes tipos de vino. Probamos los todos vinos acompañados de unos aperitivos típicos mallorquinas y continuamos nuestro trayecto por este maravilloso pueblo lleno de historia.
Primero hicimos una parada para almorzar y disfrutar del día espectacularmente bello, con un sol intenso y una brisa leve. En el restaurante nos entregaron un mapa con las rutas designadas a las diferentes bodegas en el área.
Un poco perdidos comenzamos a caminar por la Carrer Llarg y al final de la calle conseguimos la bodega de Sebastià Pastor. Esta bodega de carácter familiar viene cultivando sus viñas y elaborando sus vinos desde 1937. Esta bodegita donde nos atendió una de las familiares consta de un pequeño celler típico mallorquín, modernizado en el año 2000 donde se lleva a cabo la venta del vino.
Como esta bodega nos pareció tener un ambiente más familiar y los precios eran más módicos terminamos comprando unas botellas de vinillo. Pero el recorrido aún no termina, nuestra meta era visitar varias de las bodegas cercanas.
Con más seguridad de donde estabamos continuamos hacia la Plaza Nova. Entramos a la bodega Can Rubí. Nos recibieron los barriles de vino y un chico muy símpatico que nos dió de beber de todo un poco. Esta bodega no solo se dedica a la elaboración de vinos sino que también distribuyen licores con hierbas mallorquinas como el anís.
En esta bodega tuvimos la oportunidad de recorrer su embotelladora y probar vino en proceso de fermentación.
En la misma Plaza Nova conseguimos a bodega Jaume de Puntiró, establecida en 1980 y más comercializada. Nuevamente probamos más vino y ya se notaba la felicidad de todos, bien parlanchines.
Como última parada fuimos a una bodega un poco misteriosa y a la que realmente no recuerdo el nombre. Nos recibió una señora y al parecer no recibe muchos visitantes porque nos sirvió no una muestra sino una copa completa de vino.
Según nos contó la ahora dueña las viñas las comenzó a sembrar su suegro y luego quedaron en manos de su esposo que al parecer ha fallecido y ella se encarga totalmente del negocio.
Yo tuve que irme un poco temprano pero después de la copa para probar, la dueña les regalo una botella más de vino. De camino a casa en el tren la ebriedad dominaba los cuerpos pero se puede decir que oficialmente nos graduamos como catadores de vino.
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