2 de octubre de 2011
Explorando la vida mallorquina
Hace como dos días el "roommate" alemán me preguntó que si realmente quería vivir en el cuarto que da hacia la calle, cerca de la cocina y la sala. Según él hay mucho ruido de la calle y se escucha todo claramente. Mi respuesta fue que en realidad estaba buscando un lugar económico y esta era la única opción que había. Lo que sí no tenía en mente es que a él le encanta estar en la calle en el pariseo eterno y le llegar de madrugada sin llaves.
El dato más importante a resaltar anda SIN LLAVES. A las 5:30am al parecer ya se le habían quitado las ganas de fiestar y regresó tocando el timbre para que le dieran acceso al piso. Al principio traté de ignorarlo pensando que era un borracho tocando todos los timbres pero ya viendo la insistencia y sin poder dormir contesté el bendito teléfono.
Esta vez al parecer era un amigo del "rommie", se habían ido a fiestar juntos y se habían separado y no le contestaba el teléfono para que pudiera entrar al piso. Me dieron unas ganas inmensas de caerle a palos pero mejor guardé esa energía para regresar a la cama.
Más tarde se disculpó conmigo, terminé por decirle que no se preocupara pero que no se volviera a repetir.
Unas horitas después se mudó uno de los chicos auxiliares que hacia días andaba buscando piso y tras darle la bienvenida nos dijirimos por primera vez hacia la playa. De camino nos encontramos con la bicicletada semanal escoltada por la policía.
Nos dió con preguntar en la oficina de turismo cuáles eran las playas más bonitas y cómo llegar a ellas pero aparentemente esas playas no se encuentran en un perímetro cercano. A fin de cuentas caminamos hasta llegar al mar. Realmente sólo queríamos cambiar un poco la rutina después de varios días de estar haciendo diligencias.
La playa quizás no una de las mejores pero sí la brisa nos ayudó a relajarnos un rato. Además de la vista de la costa vimos muchas señoras "topless", ninguna joven; que mucha seguridad tienen para enseñar sus encantos caídos. jajaja
De regreso a casa encontré un morro en construcción; el de Puerto Rico y San Agustín se ven mejores pero me imagino que cuando lo arreglen se verá más presentable.
El resto de la tarde lo pasé tranquila en el apartamento, limpié un poco y luego nos sentamos en el balcón a platicar y compartir picadera y un buen vinillo. Así estuvimos casi hasta las 8:00 de la noche. Tranquilidad, buenas pláticas, eso es vida.
Ya el resto de la noche se la cuento aparte porque hay mucho que contar.
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